“Madre Nuestra de Guadalupe, tu que conocer todos nuestros sufrimientos y esperanzas, tu que como Madre conoces las luchas entre el bien y el mal, entre la luz y la oscuridad, que afligen al mundo y a nuestra Patria, acepta nuestros clamores, en los que nosotros, movidos por el Espíritu Santo, dirigimos directamente a tu Corazón.
A partir de que tú llegaste al Valle de México en 1531, cesaron los sacrificios humanos y comenzó a reinar el Señor de la Vida, con un nuevo sol esplendoroso y radiante. A parir de que se aprobó la ley del aborto, en 2007, con la cual se legalizó poder dar muerte a los bebes indefensos en el vientre materno, volvieron a esas tierras la descomposición social, la violencia, la oscuridad y la decadencia moral implicado, además, una grave ofensa contra tu inmaculada y maternal presencia.
Acoge con amor el día de hoy, este humilde pero fervoroso acto de desagravio y reparación ante tan grave agravio y vuelve tus ojos nuevamente a este pueblo de México que hoy se encuentra azotado por la violencia, la corrupción y la furia de la naturaleza.
Madre y Sierva del Señor; confiamos y nos consagramos a ti, ya que estamos plenamente preocupados por el destino terreno y eterno de cada individuo y familia de nuestra nación”.
Atentamente
Mons. Benjamín Castillo Plascencia
Obispo de Celaya